El futuro será construido desde las cenizas del viejo mundo y desde el deseo, la compasión y la sabiduría de quienes puedan ver y puedan reconocer que la humanidad está dando un gran giro, atravesando un gran umbral en este tiempo. Porque el futuro del mundo, que será más grande que vuestro pasado, tendrá que ser abordado a través de un difícil y peligroso periodo de transición —un tiempo donde caerán muchas cosas; un tiempo en el que existirá una gran y creciente inestabilidad medioambiental, social y económica; un tiempo en el que existirá un gran riesgo de guerra y competición por quién ganará acceso a los recursos restantes.
Las naciones se volverán inestables. Habrá violentas revoluciones, incluso en países estables. Habrá un creciente rencor entre las naciones, compitiendo y disputando por las pocas zonas vírgenes que quedan en el mundo. Bajo estas circunstancias, la posibilidad de que la humanidad colapse es muy alta y no debería nunca subestimarse. Que no te engañe el optimismo ciego, porque debéis afrontar las realidades de vivir en un mundo de recursos menguantes e inestabilidad medioambiental.
Aquí la humanidad tiene una gran elección que no deben tomar sólo los líderes de las naciones, sino los ciudadanos de todo el mundo. ¿Seguirán el camino del enfrentamiento, la competición y la guerra, o buscarán las maneras de restaurar el mundo, de manejar prudentemente sus recursos y de compartirlos equitativamente para que la humanidad pueda tener un futuro, un futuro mayor que su pasado? Aquí la unidad y la cooperación humanas no surgen de un gran ideal o de una filosofía religiosa, sino por pura necesidad, porque las alternativas son demasiado graves y trágicas para siquiera considerarlas.