Dios más allá de la Religión
Experimenta tu conexión con un propósito superior más allá de los límites de la religión.
Una nueva experiencia de Dios está disponible en el mundo, una experiencia que no está limitada por las autoridades religiosas o las tradiciones sino que ofrece la posibilidad para una revelación personal en la vida de uno y una nueva visión de nuestra relación con el Creador dentro de un universo más amplio de vida. Esa es una «nueva experiencia de Dios»: pura, refrescante, inspirador, expansivo, fortalecedor.
Lo que necesitas saber
Nuestro mundo está emergiendo en una «Comunidad Mayor» de vida en el universo, y el contacto con otras formas de vida inteligente ha comenzado. Ahora y en el futuro, nos encontraremos en medio de un vasto cosmos de vida consciente que comparte una conexión común con Dios y que es parte de la creación de Dios en un universo en expansión y evolución.
Aquí no podemos seguir considerando que la familia humana es el centro de la creación de Dios o el único enfoque del propósito de Dios en el mundo. Y aunque eso retará algunas de nuestras creencias más antiguas y más queridas, eso representa una tremenda liberación para el espíritu y la mente humana.
Muchas personas alrededor del mundo están distanciándose de la religión organizada y de los dogmas obsoletos que han causado dolor y disociación en sus vidas y que no siguen reflejando su experiencia en un mundo radicalmente cambiante. Este es, en parte, un cambio natural desde nuestro pasado tribal a una nueva experiencia de nuestra humanidad compartida.
Pero, incluso, más allá de esto, las personas están comenzando a sentir la presencia de la «Comunidad Mayor», el tejido más grande de vida que rodea nuestro mundo. Nuestra conciencia se expande naturalmente más allá de los límites de nuestro mundo humano y de su aislamiento en el universo, y eso produce una nueva experiencia religiosa y la visión de un Dios mayor, no atado a nuestras tradiciones humanas —el Dios de una «Comunidad Mayor» de mundos.
Siendo conscientes de este universo más amplio, podemos comenzar a experimentar a Dios de una forma totalmente nueva. Dios ya no es una entidad vengativa que maneja nuestras vidas y comprueba nuestro historial de pecados y buenas obras. Ni está atado al oscuro y a menudo accidentado pasado de nuestra historia humana y sus tribus, imperios, estados e instituciones religiosas. A la luz de una Comunidad Mayor de vida en el universo, nuestra experiencia de Dios se libera ahora de esas cosas.
Dios es una presencia universal que penetra toda la vida —una fuerza que da propósito y dirección al universo, no un personaje más grande que la vida realizando milagros o dando grandiosas demostraciones. Eso comienza a liberar a nuestra mente y a nuestro espíritu para acercarse a Dios de una nueva forma y para pensar en nosotros mismos como participantes en un panorama mucho mayor del propósito Divino en el universo.
Esa es la «Experiencia del Nuevo Dios». Y esto es lo que eso significa para el crecimiento y evolución de nuestra experiencia de Dios para dar cuenta de una realidad más amplia de la vida y expandir nuestra visión del Plan de Dios en el universo más allá de los confines de nuestro mundo humano, que ha existido aislado por mucho tiempo.
El Dios de este universo más amplio busca comprometernos con el resto de la creación de Dios, más allá de la esfera humana. En vez de pensar en que el Plan de Dios involucra a unos humanos con otros, debemos considerar el futuro de nuestra familia humana comprometida con mundos completamente diferentes y con la otra vasta porción de la creación de Dios que ya está interactuando como parte de una Comunidad Mayor de mundos.
Está visión universal de Dios abarca un rango mayor de experiencia, más allá de nuestras teorías y creencias, y es una experiencia que nos conduce a un mayor sentido de propósito y destino, y a un vínculo mayor de relaciones dentro y más allá de los límites del espacio y el tiempo.
Aunque pueda ser difícil considerar a Dios a esa escala, es importante que comencemos a hacerlo para prepararnos para nuestros presentes y futuros encuentros con otras formas de vida inteligente. Por ejemplo, pensar en el universo dentro de un marco cristocéntrico y proyectar esa creencia hacia otras formas de vida consciente solo inhabilitará nuestra interacción y comunicación.
Es importante que ahora consideremos que Dios vive dentro de cada uno de nosotros y en todas las formas de vida consciente en el universo y penetra en un infinito panorama de vida que no está limitado a una raza de personas ni a un mundo preferidos. Este es un Dios mucho más expansivo de lo que nosotros pensábamos en el pasado; uno para toda la vida inteligente del universo.
Mientras esta visión de Dios y del Plan de Dios es grande, los detalles de cómo Dios obra en el mundo son privados para cada uno de nosotros y existen justo en el centro de nuestro ser. El trabajo de Dios en el universo no es mediante enormes demostraciones, milagros impresionantes, o grandes eventos que muevan toda la vida de una vez, sino a través de una llamada y una atracción que se mueve en nuestro interior al nivel de nuestra naturaleza espiritual —en una parte de nuestro ser que sigue conectada a Dios.
El Nuevo Mensaje enseña que Dios creó el universo como un ambiente para esos que buscan la Separación de Dios en nuestro estado original, más allá del tiempo y la forma. Como resultado, Dios permite que la manifestación física del universo funcione y evolucione mientras llama a esos individuos por separado a descubrir su voluntad para terminar su separación y avanzar en la dirección de su reencuentro con la vida.
El mecanismo para este movimiento positivo es en niveles cada vez mayores de relación, afinidad y comunicación entre individuos, dentro e incluso más allá del mundo. Como pequeños arroyos fusionándose en grandes cuerpos de agua, avanzamos por ese rio de relaciones de vuelta al reencuentro con lo divino.
En ese sentido, Dios es la experiencia de una corriente profunda en nuestra vida que nos lleva a relaciones significativas y con propósito en la vida, y nos guía hacia el contacto con el núcleo de nuestro ser que aún está conectado a Dios.